20/12/2008

EL CORAZÓN Y VIDA DEL CRISTIANISMO

Entremos en la experiencia de que Dios nos ha dado a Jesucristo para que more en nuestra carne pecaminosa, para obrar en nuestra carne pecaminosa lo que obró cuando estuvo aquí. Vino y vivió aquí para que pudiésemos, mediante Él, reflejar la imagen de Dios. Tal es la esencia misma del cristianismo. Cuanto se oponga a ello, no es cristianismo. "Amados, no creáis a todo espíritu, sino probad si los espíritus son de Dios; porque muchos falsos profetas han salido al mundo. En esto conoced el Espíritu de Dios: Todo espíritu que reconoce que Jesucristo ha venido en carne, es de Dios. Y todo espíritu que no reconoce a Jesús, no es de Dios. Este es del anticristo, que habéis oído que ha de venir, y que ahora ya está en el mundo. Hijos, vosotros sois de Dios, y los habéis vencido, porque el que está en vosotros es mayor que el que está en el mundo" (1 Juan 4:1-3). Eso no puede significar simplemente el reconocimiento de que Jesucristo estuvo aquí, y vivió en la carne. Eso, hasta los diablos lo reconocen. Saben que Cristo vino en la carne. La fe que viene del Espíritu de Dios dice: ‘Jesucristo ha venido en mi carne; lo he recibido’. Ese es el corazón y vida del cristianismo.

El problema con el cristianismo de hoy es que Cristo no mora en los corazones de los que profesan su nombre. Para ellos es un forastero; se lo mira de lejos, a modo de ejemplo. Pero es más que un ejemplo para nosotros. Nos dio a conocer cuál es el ideal de Dios para la humanidad, y entonces vino y lo vivió ante nosotros, a fin de que podamos ver en qué consiste llevar la imagen de Dios. Entonces murió y ascendió a su Padre, enviando su Espíritu, su propio representante, para que viviese en nosotros, para que la vida que vivió en la carne, podamos volver a vivirla. Eso es cristianismo.

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