05/03/2010

CRISTO : DIOS

¿Cuál es, pues, la consideración con respecto a Cristo, en el primer capítulo de Hebreos?
Primeramente se presenta a "Dios" el Padre como quien habla al hombre. Como Aquel que habló "en otro tiempo a los padres, por los profetas", y como el que "en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo".

Así nos es presentado Cristo, el Hijo de Dios. Luego se dice de Cristo y del Padre: "al cual [el Padre] constituyó heredero de todo, por el cual [el Padre, por medio de Cristo] asimismo hizo el universo". Así, previamente a su presentación, y a nuestra consideración como sumo sacerdote, Cristo el Hijo de Dios se nos presenta siendo con Dios el creador, y como el Verbo o Palabra activa y vivificante: "por el cual, asimismo, hizo el universo".

A continuación, del propio Hijo de Dios, leemos: "el cual, siendo el resplandor de su gloria [la de Dios], y la misma imagen de su sustancia [la sustancia de Dios], y sustentando todas las cosas con la palabra de su potencia, habiendo hecho la purgación de nuestros pecados por sí mismo, se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas".

La conclusión es que en el cielo, la naturaleza de Cristo era la naturaleza de Dios. Que él, en su persona, en su sustancia, es la misma imagen, el mismo carácter de la sustancia de Dios. Equivale a decir que en el cielo, de la forma en que existía antes de venir a este mundo, la naturaleza de Cristo era la naturaleza de Dios en su misma sustancia.

Por tanto, se dice de él posteriormente que "hecho tanto más excelente que los ángeles, cuanto alcanzó por herencia más excelente nombre que ellos". Ese nombre más excelente es el nombre "Dios", que en el versículo octavo el Padre da al Hijo: "(mas al Hijo): tu trono, oh Dios, por el siglo de siglo".

Así, es tanto mas excelente que los ángeles, cuanto lo es Dios en comparación con ellos. Y es por eso que él tiene más excelente nombre. Nombre que no expresa otra cosa que lo que él es, en su misma naturaleza.

Y ese nombre lo tiene "por herencia". No es un nombre que le sea otorgado, sino que lo hereda.
Está en la naturaleza de las cosas, como verdad eterna, que el único nombre que una persona puede heredar es el nombre de su padre. Ese nombre de Cristo, ese que es más excelente que los ángeles, no es otro que el de su Padre, y el nombre de su Padre es Dios. El nombre del Hijo, por lo tanto, el que le pertenece por herencia, es Dios. Y ese nombre, que es más excelente que el de los ángeles, le es apropiado, ya que él es "tanto más excelente que los ángeles". Ese nombre es Dios, y es "tanto más excelente que los ángeles" como lo es Dios con respecto a ellos.

A continuación se pasa a considerar su posición y naturaleza, tanto más excelente que la de los ángeles: "Porque ¿a cuál de los ángeles dijo Dios jamás: Mi Hijo eres tú, hoy yo te he engendrado? Y otra vez: Yo seré a él Padre, y él me será a mí Hijo?" Eso abunda en el concepto referido en el versículo anterior, a propósito de su nombre más excelente; ya que él, siendo el Hijo de Dios -siendo Dios su Padre- lleva "por herencia" el nombre de su Padre, que es Dios: y en cuanto que sea tanto más excelente que el nombre de los ángeles, lo es en la medida en que Dios lo es más que ellos.

Se insiste todavía más, en términos como estos: "Y otra vez, cuando introduce al Primogénito en la tierra, dice: Y adórenle todos los ángeles de Dios". Así, es tanto más excelente que los ángeles cuanto que es adorado por ellos, y esto último, por expresa voluntad divina, debido a que en su naturaleza, él es Dios.

Nuevamente se abunda en el marcado contraste entre Cristo y los ángeles: "Y ciertamente de los ángeles dice: El que hace a sus ángeles espíritus, y a sus ministros llama de fuego. Mas al Hijo: Tu trono, oh Dios, por el siglo del siglo".

Y continúa: "Vara de equidad la vara de tu reino; has amado la justicia y aborrecido la maldad; por lo cual te ungió Dios, el Dios tuyo, con óleo de alegría más que a tus compañeros".

Dice el Padre, hablando del Hijo: "Tú, oh Señor, en el principio fundaste la tierra, y los cielos son obras de tus manos. Ellos perecerán, mas tú eres permanente; y todos ellos se envejecerán como una vestidura; y como un vestido los envolverás, y serán mudados; empero tú eres el mismo, y tus años no acabarán".

Nótense los contrastes, y entiéndase en ellos la naturaleza de Cristo. Los cielos perecerán, mas él permanece. Los cielos envejecerán, pero sus años no acabarán. Los cielos serán mudados, pero él es el mismo. Eso demuestra que él es Dios: de la naturaleza de Dios.

Aún más contrastes entre Cristo y los ángeles: "¿A cuál de los ángeles dijo jamás: Siéntate a mi diestra, hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies? ¿No son todos espíritus administradores, enviados para servicio a favor de los que serán herederos de salud?"
Así, en el primer capítulo de Hebreos, se revela a Cristo como más exaltado que los ángeles, como Dios. Y como tanto más exaltado que los ángeles como lo es Dios, por la razón de que él es Dios.

Es presentado como Dios, del nombre de Dios, porque es de la naturaleza de Dios. Y su naturaleza es tan enteramente la de Dios, que es la misma imagen de la sustancia de Dios.
Tal es Cristo el Salvador, espíritu de espíritu, y sustancia de sustancia de Dios.
Y es esencial reconocer eso en el primer capítulo de Hebreos, a fin de comprender cuál es su naturaleza como hombre, en el segundo capítulo.

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